Damaris, mi vecina de toda la vida que ya no está en este mundo junto a nosotros, me enseñó a preparar pan. Aunque esta no es su receta, cada vez que amaso y las manos me huelen a mantequilla la recuerdo y la siento cerca, por esa y otras razones reparar pan se ha convertido en un ritual capaz de curarme cualquier tristeza o de potenciar mis alegrías, según sea el caso.
Como ya saben, todo lo que preparo acá es basado en mis prácticas e intuición, así que si algún panadero lee esto, pido disculpas si me estoy burlando de cómo se ha hecho el pan durante siglos. Pero si estás leyendo esto y eres tan atrevido como yo, prepáralo, deja que tu casa se llene del aroma del pan, corta un trozo, échale mantequilla y conoce a Dios.
Aquí vamos con los ingredientes:
Para el fermento:
1 y ½ cucharadita de levadura instantánea.
2 cucharaditas de harina de trigo todo uso.
1 cucharadita de azúcar.
Agua tibia (cantidad necesaria).
Para la masa:
2 tazas de harina de trigo todo uso.
½ taza de leche.
2 cucharadas de azúcar.
½ cucharadita de sal.
1 cucharada de mantequilla.
Agua (cantidad necesaria)
Preparación:
Lo primero que debes hacer es el fermento, una suerte de esponja que es lo que hará crecer el pan. Mezcla la harina, la levadura, el azúcar y luego agrega de a poco el agua tibia por cucharadas hasta que obtengas una consistencia de papilla. Tapa y déjalo crecer unos 40 minutos, sabrás que está listo porque parece una espuma llena de burbujas.
En un bowl grande mezcla todos los ingredientes secos, el fermento ya listo y ve agregando la leche, si ves que falta líquido, completa con agua. Cuando todo esté integrado, es el momento de la mantequilla. Esta es la parte donde te ensuciarás las manos y pensarás que todo salió mal, pero con paciencia y cariño la mantequilla se integrará, puedes espolvorear harina poco a poco (sin exagerar) hasta que consigas una masa linda y suave.
Forma una bola y déjala levar tapada por una hora. Cuando haya doblado su tamaño, amasa nuevamente y llévala a un molde para budín donde levará nuevamente por una hora y media.
Enciende el horno, coloca una bandeja con agua en la parte inferior para que el vapor ayude a cocinarlo mejor. Cuando esté caliente, hornea el pan por media hora o hasta que esté dorado y todo huela como si vivieras dentro de una panadería.
Déjalo reposar, sácalo del molde, corta una rebanada y come, esa es la mejor parte.
Quiero aclarar varias cosas:
Primero, esta receta me funciona en las condiciones climáticas, el horno y la harina que uso, no podemos olvidar que todo varía de acuerdo a esos factores y tal vez las cantidades que expresé puedan variar, pero todo se trata de probar, ajustar los ingredientes y aprender a improvisar.
El pan es magia, sólo tienes que dejarte llevar por ella.
Pancito lindo, doradito y delicioso.